EVANGELIO 21
Evangelio según San Mateo 11,28-30.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Leer el comentario del Evangelio por :
Beato Juan de Ruysbroeck (1293-1381) canónigo regular Las Bodas espirituales, 1
«Venid a mí..., que soy manso y humilde de corazón»
La tercera venida de Cristo pertenece todavía al futuro. Tendrá lugar en el Juicio, o en la hora de la muerte... El juicio de Cristo es justo porque él es, a la vez, el Hijo del hombre y la sabiduría del Padre. En efecto, para él todos los corazones le son transparentes y quedan de manifiesto en el cielo, en la tierra y en los abismos... La manera según la cual, Cristo, nuestro esposo y juez juzga en el momento del juicio, consiste en recompensar y en castigar según es justo, porque da a cada uno según sus méritos. Concede a todo hombre bueno y a cada obra buena hecha en Dios, la recompensa sin medida que es él mismo y que criatura alguna podría merecer. En efecto, puesto que él colabora a cada obra buena de la criatura, es gracias al poder del mismo Cristo que la criatura merece a Cristo en recompensa, y esto con toda equidad... En la primera venida Cristo se hizo hombre, vivió humildemente y fue muerto por amor a nosotros y es así que ahora debemos seguirlo: por fuera, mediante las costumbres perfectas y las virtudes, por dentro, mediante la caridad y una verdadera humildad. En la segunda venida, que es actual, en la cual Dios viene con la gracia a todo corazón que ama, es necesario desearla y pedirla todos los días, a fin de mantenernos firmes en el propósito y crecer en nuevas virtudes. La tercera venida, que es la del Juicio o en la hora de nuestra muerte, es necesario esperarla y desearla con confianza y respeto a fin de ser liberados del exilio presente y penetrar en la morada de la gloria.
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EVANGELIO 22
Evangelio según San Mateo 11,11-15.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que debe volver. ¡El que tenga oídos, que oiga!
Leer el comentario del Evangelio por :
San Gregorio Magno (hacia 540-604), papa y doctor de la Iglesia Homilía 20 sobre los Evangelios, § 14
« El Reino de los cielos hace fuerza; y los esforzados se apoderan de él»
Juan Bautista nos recomienda cumplir cosas grandes: «Producid el fruto que la conversión pide», y también «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tengo comida, haga lo mismo» (Lc 3,8.11). ¿Acaso no es dar a conocer claramente con ello lo que afirma aquel que es la misma Verdad: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos hace fuerza; y los esforzados se apoderan de él»? Estas palabras nos vienen de lo alto; debemos meditarlas con mucha atención. Es preciso buscar cómo el Reino de los cielos se puede tomar con fuerza. ¿Quién puede hacer violencia al cielo? Y si es verdad que el Reino de los cielos se toma esforzándonos, ¿por qué no es verdad hasta después de Juan Bautista y no antes? La Ley antigua... castigaba a los pecadores con penas rigurosas, pero sin reconducirlos a la vida por la penitencia. Pero Juan Bautista, anunciando la gracia del Redentor, predica la penitencia para que el pecador, muerto por haber pecado, viva a causa de su conversión: es verdad, pues, que desde entonces el Reino de los cielos está abierto a los esforzados. ¿Qué es el Reino de los cielos sino la mansión de los justos?... Son los humildes, los castos, los pacíficos, los misericordiosos los que alcanzan los gozos de lo alto. Pero cuando los pecadores se convierten de sus faltas por la penitencia, también ellos obtienen la vida eterna y entran en este país que les era extranjero. Así..., ordenando la penitencia a los pecadores, Juan les enseña a arrebatar el Reino de los cielos. Amados hermanos, reflexionemos, pues, todo el mal que hemos cometido y lloremos. Por la penitencia, arrebatemos la herencia de los justos. El Todopoderoso quiere aceptarnos esta violencia: quiere que, por nuestras lágrimas, arrebatemos el Reino que, por nuestros méritos, no nos era debido.
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EVANGELIO 23
Evangelio según San Mateo 11,16-19.
¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras".
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Liturgia latina Himno de Adviento: Rorate caeli
Convertirse a las repetidas llamadas de Dios que viene
No te enojes, Señor, no te acuerdes más de nuestros pecados. He aquí que Sión, tu ciudad santa, Jerusalén, el lugar donde reside tu santidad y tu gloria, ha sido devastada, allí dnde nuestros padres cantaron tus alabanzas. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (cf Is 64,8s; 45,8). Hemos pecado y nos hemos hecho semejantes a los paganos. Como hojas muertas hemos caído y nuestros pecados nos han alejado de ti. Tú nos has escondido tu rostro y nos has destrozado a causa de nuestros pecados. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (cf. Is 64,5ss). ¡Mira, Señor, el abatimiento de tu pueblo y envíanos aquel que ha de venir! Envía al Cordero, el soberano del universo, desde la roca del desierto hasta el monte de la Hija de Sión, que nos libere del yugo de nuestros pecados. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (Ap 5,12; Sl 77,15; Is 9,3). Consuélate, consuélate pueblo mío, porque pronto vendrá tu Salvador y tu rey. ¿Por qué te dejas consumir por la tristeza? ¿Es porque tu dolor ha vuelto sobre ti? No temas, que yo te salvaré. Porque yo soy tu Salvador, tu Señor y tu Dios, el Santo de Israel, tu pastor, tu redentor. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (Is 40,1s).
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EVANGELIO 24
EVANGELIO 24
Evangelio según San Mateo 17,10-13.E
ntonces los discípulos le preguntaron: "¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?". El respondió: "Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre". Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia Catequesis bautismal 3
El Nuevo Elías
El bautismo es el punto final del Antiguo Testamento, pero también es el principio del Nuevo. En efecto, Juan Bautista, el «que no ha nacido de mujer uno más grande» (Mt 11,11), fue su promotor. Juan acabó la serie de profetas porque «los profetas y la Ley habían profetizado hasta que vino Juan» (Mt 11,13). Y él abrió la era del Evangelio, tal como está escrito: «Comienza el Evangelio de Jesucristo... Juan bautizaba en el desierto, predicaba que se convirtieran y se bautizaran» (Mc 1,1.4). ¿Osarías oponerlo a Elías, el Tesbita, que fue llevado al cielo? Y sin embargo no es superior a Juan. Enoch fue transportado al cielo, pero no es más grande que Juan. Moisés fue un gran legislador en Israel. Todos los profetas han sido admirables, pero no eran más grandes que Juan. No se trata de comparar unos profetas con otros; pero su Señor, nuestro Maestro, el Señor Jesús, declaró: «No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista» (Mt 11,11). La comparación se hace entre el gran servidor y sus compañeros de servicio, mas, la superioridad y la gracia del Hijo frente a sus servidores, no admite comparación. ¿Te fijas en la calidad de este hombre que Dios ha escogido como primer beneficiario de esta gracia? Un pobre, un amigo del desierto y, sin embargo, no era enemigo de los hombres. Comiendo saltamontes daba alas a su alma. Alimentándose con miel, pronunciaba palabras más dulces y más útiles que la misma miel. Vistiendo con piel de camello, con su forma de obrar demostraba y daba ejemplo de austeridad. Es que desde el seno de su madre había sido santificado por el Espíritu Santo (Lc 1,15). También Jeremías había sido santificado pero no había profetizado ya desde el seno materno. Tan sólo Juan, saltó de gozo ya en la cárcel del seno de su madre (Lc 1,44); bajo la acción del Espíritu reconoció al Maestro sin haberle visto todavía con sus propios ojos de carne. La grandeza de la gracia del bautismo exigía un gran dirigente.
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EVANGELIO 25
EVANGELIO 25
Evangelio según San Lucas 3,10-18.
La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
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San Máximo de Turín (?- hacia 420), obispo Sermón 88
«Viene el que puede más que yo»
Juan no tan sólo habló en su tiempo anunciando el Señor a los fariseos, diciendo: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Mt 3,3). También hoy clama en nosotros, y su voz de trueno estremece el desierto de nuestros pecados. Incluso enterrado en el sueño del martirio, todavía resuena su voz. Hoy nos sigue diciendo: ««Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos»... Juan Bautista ordenó preparar el camino al Señor. Veamos cuál es ese camino preparado al Salvador. De un cabo al otro ha trazado y ordenado perfectamente su camino para la llegada de Cristo, porque en todo fue sobrio, humilde, austero y virgen. Por eso al narrar éstas virtudes suyas, el evangelista dice: «Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero en la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre» (Mt 3,4). ¿Hay signo más grande de humildad en un profeta que el desprecio de sus vestidos mullidos y vestirse con pelos ásperos? ¿Hay una señal más profunda de fe que estar siempre a punto para cualquier servicio, con un simple taparrabo atado a la cintura? ¿Hay una señal más esplendorosa de abstinencia que renunciar a las delicias de esta vida y alimentarse de saltamontes y miel silvestre? Según mi parecer, todas estas actitudes del profeta eran proféticas en sí mismas. Cuando el mensajero de Cristo llevaba un vestido áspero, de piel de camello, ¿no significaba todo ello simplemente que Cristo, en su venida, se revestiría de nuestro cuerpo humano, hecho de un tejido espeso, áspero por sus pecados?... El cinturón de piel significa que nuestra fágil carne, que antes de la venida de Cristo estaba orientada hacia el vicio, él la conduciría a la virtud.
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