A MARÍA
María, tu luz pura,
reflejo de la gloria,
brilló entre mi penumbra,
iluminó las sombras,
esclareció mis dudas,
glorificó la aurora.
Eres mi faro y guía,
mi asidero, mi roca,
madre eterna y amiga
que mi olvido perdona,
tu mano en mis espinas
es caricia de alondra.
Ya no tengo temor,
siempre estás a mi lado,
eres mi convicción,
me abrigas con tu manto,
y me acercas al sol
del amor del Amado.
No siento soledad,
ni dolor, ni cansancio,
una emoción vital
ha llenado mi espacio,
he nacido a la paz
de tu humano Sagrario.
Como reina y maestra
me obsequias con tu gracia,
revelas tu presencia,
me enseñas la palabra
que me abrirá la puerta
de la última morada.
Me llevas a tu Hijo
por caminos del alma,
me nombras fiel testigo
de la divina alianza
que nos ha transmitido
su voz en la montaña.
Tomo el pan que me ofrece
en celestial cenáculo
y bebo de la fuente
de su hendido costado.
Estoy feliz y alegre,
por ti Él es mi hermano.
¡Me siento tan dichosa
en tus amantes brazos!.
¡Mi esperanza retoña!.
¡Te agradezco el milagro!.
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