domingo, 30 de mayo de 2010

A MARIA




A MARÍA


María, tu luz pura,

reflejo de la gloria,

brilló entre mi penumbra,

iluminó las sombras,

esclareció mis dudas,

glorificó la aurora.

Eres mi faro y guía,

mi asidero, mi roca,

madre eterna y amiga

que mi olvido perdona,

tu mano en mis espinas

es caricia de alondra.


Ya no tengo temor,

siempre estás a mi lado,

eres mi convicción,

me abrigas con tu manto,

y me acercas al sol

del amor del Amado.

No siento soledad,

ni dolor, ni cansancio,

una emoción vital

ha llenado mi espacio,

he nacido a la paz

de tu humano Sagrario.

Como reina y maestra

me obsequias con tu gracia,

revelas tu presencia,

me enseñas la palabra

que me abrirá la puerta

de la última morada.

Me llevas a tu Hijo

por caminos del alma,

me nombras fiel testigo

de la divina alianza

que nos ha transmitido

su voz en la montaña.


Tomo el pan que me ofrece

en celestial cenáculo

y bebo de la fuente

de su hendido costado.

Estoy feliz y alegre,

por ti Él es mi hermano.

¡Me siento tan dichosa

en tus amantes brazos!.
¡Mi esperanza retoña!.

¡Te agradezco el milagro!.
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