miércoles, 10 de marzo de 2010

poemas

POEMAS

Aurora Reyes



A veces hago un viaje

Ciego pie de tiniebla, vacilante,
avanza en el desierto de mi pecho.
Seguramente es el infierno.

Aquí dentro, convulso,
desbordando metales por mis ojos abiertos,
levantando mareas de veneno,
girando mariposas de cal y de ceniza;
frías caricias lentas estrellando mis huesos.

No sé si será el grito anudado al origen
que ha crecido gigante y le ha trascendido,
no sé si aquella niña en asombro que llevo
o una fotografía de lo que nunca he sido.

El ángel de la ausencia preside la agonía.

Tal vez sean los árboles que viven en mi sangre,
o colores inéditos,
o voces que no quieren apagarse conmigo.

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Si hubiera luz, ascendería.


Mano de sombra danza por mi frente
más allá de la sed y del sueño.
Me protege un paisaje de pájaros inmóviles.
Si supiera tu nombre... ¡te llamaría silencio!

Cruzan desnudos ríos inconcretos,
pasos de arena fina, sal quebrada.
Me protege una cifra solitaria y geométrica
Si mirara tu rostro... ¡te llamaría distancia!

Seguramente esto es el infierno:
en muda dimensión desconocida
una sombra cayendo en pozo negro.

Si pudiera decir palabra limpia
de amor o de miseria, de olvido o de recuerdo.
Si pudiera sentir sobre mis párpados
mirada pura, voz indudable, firme transparencia,
sobre mi sien amarga...

¡Qué ala tendería!

Y pronunciar tu nombre impronunciable,
circundar tu inasible firmamento.
Imagen desolada del abismo,
sólo soy una forma sin espejo.

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Estancias en el desierto




A mi primera patria de infinito,
en el Norte de México.
Desiertos de Chihuahua.



I

ESTANCIA EN EL PRIMER INFINITO


Ardiente, nueva luz abre mis ojos.
Renace adulta la infantil mirada.
Crecen los ecos de tu poblada ausencia,
presente y encendida en la distancia.

A la espalda del cielo se desnudan las sombras.
Brota su lirio el día.
Huérfana sonrisa camina sobre el alba.

Hay una casa gris,
una carreta,
una última calle de ceniza.

Escucho cómo el sueño desliza su silencio.
Ya siento las corrientes de sed hasta mis huesos.

Como impiadoso amor me reconstruyes
en tu mano del sal deshabitada.
La negra vos del infinito rueda.
Una curva de piedra detenida.


II

PRESENCIA DE LA MAÑANA


Roza el torso del viento epidermis de arena;
ondula, danza, gira,
modela en carne viva océanos de naufragio,
abanica cristales,
juega suspenso vórtice en el aire.

Adolescente sol
levanta —a luz y sombra— mirada panorámica,
ciudad esbelta transparente de azules,
anchas flores dormidas,
ciegas estatuas olvidadas.

Pausa lenta:
la mañana, vencida, se derrama.


III

MEDIODÍA DESNUDO


¡Indefenso gigante!
Multiplica el espejo tu lamento.
¡Ángel horizontal y desvalido!

Alas, palomas son martirizadas,
las dunas desgarrando su vestido;
agítanse los senos incendiados
en oleaje convulso y enemigo.

Bajo la fiesta cruel de finos dardos
cortan las rocas ángulos veloces.
Llora el iris su cuerpo encarcelado
—aguda geometría— en todos los colores.

Sopla viento de lumbre;
metálicas espinas le han herido.
Tiene los labios secos,
al horizonte van sus pies de vidrio.

Antiguo sol esparce congénito simiente;
en tus dedos de luz también cabe la muerte.

Oscila el mediodía suspendido
como fruto maduro de infinito.
En su reinado inmóvil la mirada ha crecido
y el sabor de la angustia y la ceniza
y la sed... y la sed... y el espejismo.


IV

DINÁMICA DEL AGUA AUSENTE


Una pausa más lenta
desnuda la voz de la tormenta.

Alza el paisaje la quemada frente
y un grito-muchedumbre de cal viva
estremece la atmósfera yacente.

Renacidos perfiles de caricia soñada:
¡Agua! sonrisa líquida, frescura ausente.
¡Agua! palabra linfa.
¡Aguanube, agualluvia, aguajardín!
Agua de soledad, agua negada.

Roja lengua dice una llamarada.

En el fondo, la sed roba al sollozo
su calidad más íntima de lágrima.

En el médano atormenta veranos anhelantes,
las insepultas manos de los cactos
elévanse puñales.

Remota estela de rumor marino:
te han perdido los pasos de la arena,
regresan a tu encuentro las distancias.

¡Corona espuma fina tu perfume de nada!


V

TORMENTA DEL POLVO


Esqueleto del mar, puerto de ausencias.
Cauce desierto de la mar mirada;
al amor infinito de tu música,
al eco del coral, abierta estancia.

Fría pupila, disecado vientre,
raíz perdida, forma desolada.

Eres el rostro vivo de la muerte:
sobre tu cuerpo, traicionado viaje,
bajo tu piel mil bocas solitarias.

Polvo errante y sombrío.
Abismo en celo.
Vena seca de olvido y de nostalgia.

Muerde tu corazón lúgubre queja...

(En tibio lecho el agua de los mares
mece amorosa el sueño de las barcas).


VI

PARÁBOLA DE LA FATIGA


Calcinados rumores van cayendo
al hondo de la tarde.
Horizontales láminas disuelven
celestes arenales.

Deslizan su bandera perseguida
nubes de fino talle.
Fiera de luces mágicas alcanza
cabelleras al aire.

Adelgazan la luz su transparencia.

Ave de odio desprende mudo vuelo
al cobalto ondulante.
Pausa torva de cómplice silencio.
¡Un dramático sol asesinado
rueda en arena-sombra su diamante!

En el cielo, cansancio azul dormido
deja correr su sangre de oro líquido.
Es la tarde parábola de aceite:
violetas en el filtro de morado,
armazón consumido de fuegos de artificio
girando indiferente.


VII

ESTANCIA DEL OLVIDO


Pasa la mano del silencio
por el cóncavo rostro del sueño.

Ataviada de viejas resonancias
va la sombra del viento.

La pestaña del astro cae inmóvil
al párpado del tiempo.

¡Abre, sol negro, tu brillante noche!
Formas oscuras llenan tu comienzo.

Sobre la superficie de serpientes,
el rencor de la fiebre, la inerte quemadura:
ríos de rosa fresca, tacto de terciopelo,
arroyos de tiniebla!

El silencio en los labios del silencio.

Asciende adormecida la sonrisa
en los brazos nocturnos del secreto.


VIII

ARQUITECTURA DE LA LUNA


Profundidad violada.
Línea helada de luz.
Firme trazo sideral.
Geometría y andamio:
construcción espectral.

Ola concéntrica de cielos,
circulares espejos abriendo el horizonte;
emergiendo pirámides de plata,
despertando los pasos de “Indios Pueblo”,
absortas sepulturas,
venados pétreos.

Imantado, suspenso, lanceado de blancura,
de luna coronado;
evadido de los siete colores
del prisma de sal,
gira el desierto cegado
en magnético mar espiral.


IX

RETORNO AL DESIERTO HUMANO


Habitante desnudo de la soledad
Cuerpo compacto de la angustia.
De pie sobre su planta prisionero,
—creatura de la sed— ronda su imagen:
contorno humano ¡vertical desierto!

Danzando hasta el retorno del principio
—cuerpo en vaivén y brazos enlazados—
aflora la biznaga del hechizo.

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Noche de rojo firmamento.


Las recónditas bestias de la sangre
caminan en el hombre del instinto
hacia el llanto ululante.

Las manos primitivas de la magia
avanzan hacia el eco.
Señal, cábala, signo,
un círculo de asombro:
¡surge el verbo!

Allí donde los árboles ausentes,
donde el margen columpia la distancia,
en la raíz sombría del origen...

¡Norte de México!
¡Soplo de abismo!
¡Flauta mis huesos!

Desde la frente del milagro
hasta el vientre cerrado del misterio.


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La máscara desnuda




TIEMPO PRIMERO

Apareces de golpe dentro de mí, dorada
por un oro manchado de musgo verdinegro.
Ola petrificada del agua de la vida
creciendo y apretando la sal del esqueleto.

En lo más entrañable de mi ser ejecutas
las invisibles líneas del rostro verdadero,
entregando al proyecto sin límite del polvo
las columnas del vuelo.

¡Qué perfecta y antigua simetría,
qué congelada actividad te anuncia,
qué inerte dimensión te identifica!

Comprendo la serpiente vertebral de la danza
prisionera en el eje de su reino vacío,
la angustia del compacto poder con que se anuda
a su tallo, la ausencia dura del equilibrio.

Conozco las antenas amarillas,
la textura del hielo,
los inocentes labios de la sangre
remansando a la orilla del cabello,
y los interminables corredores azules
por donde se desliza, calladamente, ESO
que comienza entre el sueño y la simiente.

He tocado los altos escalones de niebla
que presiden la noche de tu templo iracundo,
he escuchado el molino que mastica el silencio
que es como alimentarse la muerte de sí misma,
he alcanzado tu frente coronada de cráneos
bajo el signo desierto de un abrazo de piedra.

Veo tu dentadura, tu mordedura fácil:
la máscara desnuda de una risa de huesos.


TIEMPO SEGUNDO

Tú me ofreciste un punto de eternidad.
¿Qué nombre
me dijiste que tiene? Lo he perdido...
Era la imagen de algo inhabitable:
alas de humo, paraíso inmóvil
y una ecuación de miserable olvido.

¿Qué te dio el atributo del invierno?
¿Quién conduce tu siega laboriosa
y prepara un latido en cada hueso?
¿Qué desolado amor al “Yo” te nombra
como un castigo, un límite o un cielo?

Porque en tu larga mano que mide las raíces
habita una semilla de tactos estelares,
un útero infinito que repite la vida
en las arquitecturas del sueño y la armonía.

Porque en la superficie hay un hijo que crece,
un árbol que culmina, una palabra nueva y solidaria,
un testamento activo, una noticia
para la libertad y la belleza.



TIEMPO TERCERO

Ya está dormido el sueño en tu frente perfecta,
ya se unieron el ángel de espuma y el de fuego,
ya tu contorno firme se llena de oquedades
y en tus ojos anidan astillas de tiniebla.

Ascienden tus cabellos en oleada nocturna,
han herido tu nombre los pistilos del frío,
el derrumbe se filtra por los poros del agua
y te abre su secreto la tierra de cristales.

Eres ahora una bandera sin viento,
una pasión que abandonó la forma:
gérmenes y cuchillos y deseos...
¡alimento de todo lo que vive y devora!

Antes era el paisaje rodando en tu pupila.
Hoy tu ser es camino rodando en el planeta.
Ahí, donde es lo mismo decir flor que lucero,
océano que principio, sexo que primavera.
Ahí estás, donde vive lo que muere,
donde el espejo mudo del “¿Para qué?” se quiebra.

Nació contigo, coronó tu infancia
y es el fruto gemelo de tu vida.
Lleva el nombre de todo lo que amas
y el reflejo del polvo que te sueña.
Has llegado a la sombra. Ya navegas
el eco irreversible.
¡Testimonio sin voz, labio implacable!
Un silencio de piedra nos declara
que la muerte es la espalda del misterio
y el amor, su sonrisa irreparable.



BRINDIS INTERMEDIO


Toma Muerte esta copa vacía
de tormenta, de sed y distancia.
Hallarás el sabor de una lágrima.

Esta gota solidificada
que en tu boca será diluida
en la suma integral de mi nada.

Dame Muerte esa copa de sueño,
apagado cristal, negro vino,
que entrelace la fiebre y el frío.

Descender a tu beso inviolado,
embriagarme en tu cuerpo nocturno
y soñar que viví entre tus labios.

Toma Muerte mi mano en tu mano.
formaremos el último signo
que encadena el amor al olvido.

Danzaremos tu esférica danza
entre el viento y el pie de la tierra,
la cintura del fuego y el agua.

Dame Muerte esa copa de amargo
corazón, destilado en veneno,
para el paso final del encuentro.

En tu aliento mortal mi simiente,
la raíz del color en la frente
y la cruz del maíz en el pecho.

Toma Muerte esta copa de luto
derramada en el río salobre;
la tendrás que llenar con tu nombre.

Dame Muerte tu máscara blanca.
Quiero ver tus ojos de abismo
que hay un niño detrás de tu cara.

Toma Muerte mi copa quebrada...



TIEMPO CUARTO

Cuando la sed congregue racimos de colores
en el fondo del tacto sumergidos,
ecos de amanecer y madreselva
en diminutas bocas del rocío.
Y cuando el corazón, entre sus redes,
me recoja los pasos esparcidos
y quede solamente una palabra
—la palabra de muerte que me diste,
esa labrada perla que conserva mi mano,
esa lágrima dura que en tu mano es decir el infinito—
todo lo abarcaré, lo seré todo
en espacio sin tiempo y sin delirio:
encontraré la luz frente por frente,
contemplaré los ojos del principio,
daré vuelta completa al imposible
y en el Todo... seré Uno contigo.



SIN TIEMPO

En la mirada ciega del amor me miraste
descubriendo los ojos de la vida.
Y supe que nací por conocerte
y unificarme en ti, Desconocida.



TIEMPO QUINTO

Yo vestiré mi muerte de amarillo
con camisa de sal y ojos de uva,
adornaré su pie de cascabeles
y la coronaré de nomeolvides.

Aquí, sobre tu trono de oropeles
y tu mano de larvas y lamentos:
¡Mira a la Vida, mírala de frente!
Calavera de azúcar, dí: ¿Quién eres?

Quiero el sudario de papel de China,
el cadáver del sol hecho pedazos,
un adiós con los pétalos de fuego
y un ídolo de piedra entre los brazos.


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Los caminos después de la lluvia



Desde que era muy niño, saltaba de alegría
cuando la fresca lluvia de los cielos caía.


Chorros de los tejados, vuestro rumor tenía
el divino silencio de la melancolía.


Los niños con las manos tapaban sus oídos,
y oyendo con asombro los profundos sonidos


del corazón, que suena como si fuera el mar,
sentían un deseo supremo de llorar.


Y como por la lluvia, todo era interumpido,
se bañaban las cosas en un color de olvido.


Y vagaban las mentes en un ocio divino,
muy propicio a los cuentos de Simbad el Marino.


Las lluvias de mi tierra me enseñaron lecciones...
con Alí Babá, pasan los cuarenta ladrones.


Y cantaban mis sueños en la noche lluviosa:
Lámpara de Aladino, lámpara milagrosa!


Y al caer de la lluvia, la criada más antigua
desgranaba sus cuentos en una forma ambigua.


Otro de los milagros que en la lluvia yo canto
es que, al caer sus linfas, se pone un nuevo manto


mi ciudad, que al lavarse... yo pienso en una de esas
austeras e impecables ciudades holandesas:


una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita,
donde reza el aseo de su plegaria bendita...


Son todos los caminos como flor de aventura
para el dulce Quijote de la Triste Figura.

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Alfonso Alcalde



Salmo del progenitor


No es que me dé vergüenza recordarlo.

Ahí viene mi padre poniendo en orden

las herramientas antes de fabricarme.

Siempre tan exagerado para sus cosas:

asegurando a sus amigos que mascaría

el mar o desclavaría las estrellas

para hacer mellizos

en menos que canta un gallo.



El día que llegó dispuesto

a emprender la hazaña

le trajo un regalo a mi mamá.

Eran flores de papel y ella movía

sus grandes ojos donde nadaba libremente

el resto del mundo.



Entonces mi papá la tomó de la mano

y yo escuchando

tiritando a la intemperie

con mi cargamento alerta

de huesos y ojos alrededor.



Todo es posible. Escoger a ciegas

el destino de 100 años, pedir un capricho

mientras

se derrumban las galaxias,

borrar siempre un nombre en la arena,

sentir como el rocío

la primera tibieza de la vida

y golpear una puerta y ser recibido

como después de un largo viaje.



Luego escuché el disparo inicial.

Se pusieron a levantar mis cimientos.

Mi padre moviendo el barro como si fuera

el sencillo pan del Universo

y mi madre llorando y sufriendo

sabiendo de antemano todos los dolores

de cabeza que le iba a ocasionar

tan pronto como naciera.



Y tal como lo predijo, así no más fue.

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A los amores de una mora




Quien de linda se enamora,
atender deve perdón
en casso que sea mora.

El amor e la ventura
me ficieron ir mirar
muy graciosa criatura
de linaje de aguar;
quien fablare verdat pura,
bien puede decir que non
tiene talle de pastora.

Linda rosa muy suave
vi plantada en un vergel,
puesta so secreta llave
de la línea de Ismael:
maguer sea cossa grave,
con todo mi corazón
la rescibo por señora.

Mahomad el atrevido
ordenó que fuese tal,
de asseo noble, cumplido,
alvos pechos de cristal:
de alabastro muy bruñido
debié ser con gran razón
lo que cubre su alcandora.

Diole tanta fermosura
que non lo puedo decir;
cuantos miran su figura
todos la aman servir.
Con lindeza e apostura
vence a todas cuantas son
de alcuña donde mora.

No sé hombre tan guardado
que viese su resplandor
que non fuese conquistado
en un punto de su amor.
Por haber tal gasajado
yo pornía en condición
la mi alma pecadora.

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Alfonso Alvarez de Villasandin



Señora, flor de azucena





Señora, flor de azucena,
claro viso angelical,
vuestro amor me da gran pena.
Muchas en Extremadura
vos han gran envidia pura,
de cuantas han hermosura:
dubdo mucho si fue tal
en su tiempo Policena.

Fizo vos Dios delicada,
honesta, bien enseñada:
vuestra color matizada
más que rosa del rosal,
me tormenta e desordena.

Donaire, gracioso brío,
es todo vuestro atavío,
linda flor, deleite mío;
yo vos fui siempre leal
más que fue Paris a Elena.

Vuestra vista deleitosa
más que lirio nin que rosa
me conquista, pues non osa
mi corazón decir cuál
es quien así lo enajena.

Complida de noble aseo,
cuando vuestra imagen veo,
otro placer non desseo
sinon sofrir bien o mal,
andando en vuestra cadena.

Non me basta más mi seso,
pláceme ser vuestro preso;
señora, por ende beso
vuestras manos de cristal,
clara luna en mayo llena.

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Excelencias de la Virgen





Quien sabría nin diría
cuánta fué tu omildanza,
o María, puerta e vía
de salud e de holganza.
Fianza
tengo en ti, muy dulce flor,
que por ser tu servidor
habré de Dios perdonanza.

Noble rosa, hija e esposa
de Dios, e su madre dina,
amorosa es la tu prosa,
Ave, estela matutina.
Enclina
tus orejas de dulzor
oyendo a mí, pecador,
ayudándome festina.

Quien te apela maristela,
flor del ángel saludada,
sin cautela non recela
la tenebrosa morada.
Criada
fuiste limpia, sin error,
porque el alto Emperador
te nos dió por abogada.

Que parrías al Mexías
dijeron gentes discretas,
Jeremías e Isaías,
Daniel e otros profetas.
Poetas
te loan e loarán,
e los santos cantarán
por ti en gloria chanzonetas
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Alfonso Calderon



Primer consejo a los arcángeles del viento





Vosotros
estáis callados
arcángeles del viento.
No sentís el temblor de unos muslos
ni el clamor de las venas;
no os importa
el latido de una estrella
ni el fin de la espuma.

¿Para qué
iluminar las horas
si no cantáis a la luna efímera
que resbala en el cielo?

Cuando sepáis contemplar
el vibrar de la mejilla
y el caliente esquema de un vuelo.
Cuando podáis presagiar la estrella
en el misterio de una paloma vegetal.

Entonces os comprenderé,
y habrá en el reino de las plumas
otro pretendido pasajero
de la ceniza y el reflejo.

Yo abandonaré la penumbra
de las lentas manos de llanto,
para mezclarme a vosotros
en una rosa de escarcha
o en la agonía de un pez de magnolia.

Y entonces,
entraré al reino del silencio.


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Moriré en el sur


Háblame de tus venas
y la espuma amarillenta de las lágrimas.
Háblame del torrente salobre
que los dioses desdeñan.

Escucha la marcha de la muerte
en un silencio hermoso
como la delirante soledad de una tormenta.

Háblame de la estrella rota en la lluvia
y del espejo erguido en el murmullo
de un cuerpo sin melodía.

Escucha el eco prodigando labios
y el silbo del ramaje triste
en la lejana eternidad.

Háblame de las rosas viejas
y del mármol esculpido en fatiga de ángeles,
perdidos en la forma.

Después...
Escucha la humedad de unos siglos arrodillados
repitiendo mi muerte, allá en el Sur

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Buscaremos a los dioses



Tú que sabes del tibio acento de las plumas
y del calor infinito escondido en la nieve
trata de penetrar en este vago porvenir de sueños
en prodigio de savia o rosa adolescente.

Recuerda que aún debajo del laurel
está la axila resplandeciente de un cuerpo lejano;
y encima del labio hay un sonido eterno
a muerte o esperanza calcinada.

Y recuerda finalmente que un día prometidos a la sombra
buscaremos juntos la comarca del silencio
y entraremos puros como pájaros sin límite
a contemplar la mirada altiva de los dioses.

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De la resignación


Hubo manos que sumergieron fórmulas
y quisieron volar
como aire o corazón interminable.

Hubo instantes
en que el mar se creyó sangre
y buscó las arterias.

... ... ... ...

Por el cielo...
un ángel sonreía.

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Federico Hernández Aguilar


Bíblico también




Usted quédese amando al prójimo

A mí la que me gusta es la prójima

Toda próxima
la prójima me gusta más porque sonríe
porque quiere y no quiere con los joos
porque se aprieta el pecho con soltura
y cierra las piernas con codicia

Usted quédese amando al prójimo

Yo prefiero a la prójima que mira
que sabe que toca que prueba

samaritana
magdalena
repentina
la sin piedras
la de nunca por si acaso
la que enseña a dudar de verdad
en salones repletos de prójimos

Quédese pues
usted
amando al prójimo

que yo seguiré a la prójima
prófuga
próxima
pródiga
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Félix Grande


Del árbol de los tiempos


Del árbol de los tiempos nos hemos desprendido
bajo todo un sistema de galaxias de años;
y ahora estamos mirándonos y nos vemos extraños
igual que dos océanos que se hubieran unido;

hemos viajado tanto, es tan hondo el misterio
de coincidir, y amarse, desde vías tan remotas;
aún estamos buscándonos en el tiempo: dos motas
de polvo de ciprés tanteando un cementerio;

nos estamos mirando como dos aves pobres,
lastimados de vuelo, lastimados de espacio,
lastimados del tiempo que nos ha estado viendo;

nos estamos mirando lo mismo que dos sobres
cerrados el uno frente al otro que, despacio,
se van abriendo, se van abriendo, se van abriendo.

<----------------------------------------->


Si tú me abandonaras

Si tú me abandonaras te quedarías sin causa
como una fruta verde que se arrancó al manzano,
de noche soñarías que te mira mi mano
y de día, sin mi mano, serías sólo una pausa;

si yo te abandonara me quedaría sin sueño
como un mar que de pronto se quedó sin orillas,
me extendería buscándolas, con olas amarillas,
enormes, y no obstante yo sería muy pequeño;

porque tu obra soy yo, envejecer conmigo,
ser para mis rincones el único testigo,
ayudarme a vivir y a morir, compañera;

porque mi obra eres tú, arcilla pensativa:
mirarte día y noche, mirarte mientras viva;
en ti está mi mirada más vieja y verdadera.

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Casida de la alta madrugada
Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones
borracha de estupor y de rabia

en algún lugar de la Tierra
yo andaré insomne por algún pasillo
careciendo de ti toda la noche
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo
estos versos degenerados.

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El infierno

El bien irreparable que me hizo tu belleza
y la felicidad que se llevó tu piel
son como dos avispas que tengo en la cabeza
poniendo azufre donde consevaba tu miel.

¡Cambió tanto la cena! Botijas de tristeza
en vez de vasos de alba tiene hoy este mantel
y aquel fervor, espero esta noche a que cueza
para servirme un plato de lo que queda: yel.

Rara la mesa está: La miro con asombro,
como y bebo extrañeza y horror y absurdo y pena.
Se acabó todo aquel milagro alimenticio

tras un postre espantoso me levanto y te nombro
que es el último trago de dolor de esta cena,
y voy solo a la cama como quien va al suplicio.

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Gonzalo Rojas



OCTUBRE OCHO



Así que me balearon la izquierda, ¡lo que anduve
con esta pierna izquierda por el mundo! Ni un árbol
para decirle nada, y víboras, y víboras,
víboras como balas, y agárrenlo y reviéntenlo,
y el asma, y otra cosa,
y el asma, y son las tres. Y el asma, el asma, el asma.

Así que son las tres, o ya no son las tres,
ni es el ocho, ni octubre. Así que aquí termina
la quebrada del Yuro, así que la Quebrada
del Mundo, y va a estallar. Así que va a estallar
la grande, y me balearon en octubre.

Así que daban cinco mil dólares por esto, o eran cincuenta mil,
sangre mía, por esto que fuimos y que somos,
¡y todo lo que fuimos y somos! Cinco mil
por mis ojos, mis manos, cincuenta mil por todo,
con asma y todo. Y eso, roncos pulmones míos,
que íbamos a cumplir los cuarenta cantando.

Cantando los fatídicos mosquitos de la muerte:
arriba, arriba, arriba los pobres, la conducta
de la línea de fuego, bienvenida la ráfaga
si otros vienen después. Vamos, vamos veloces,
vamos veloces a vengar al muerto.

Lo mío —¿qué es lo mío?—: esta rosa, esta América
con sus viejas espinas. Toda la madrugada
me juzgan en inglés. ¿Qué es lo mío y lo mío
sino lo tuyo, hermano? La cosa fue de golpe
y al corazón. Aquí
va a empezar el origen, y cómanse su miedo.

Así que me carnearon y después me amarraron.
A Vallegrande —a qué— ¡y en helicóptero!
Bueno es regar con sangre colorada el oxígeno
aunque después me quemen y me corten las manos,
las dos manos.
—Dispara sin parar
mientras voy con Bolívar, pero vuelvI ________________________________


OFICIO MAYOR




Algunos árboles son transparentes y saben hablar
varios idiomas a la vez, otros algebraicos
dialogan con el aire al grave modo
de las estrellas, otros
parecen caballos y relinchan,

hay
entre todos esos locos tipos increíbles
por lo sin madre, les basta el acorde
de la niebla.

De noche pintan lo que ven, generatrizan y
divinizan otro espacio con otro sexo distinto
al del Génesis, cantan
y pintan a la vez más que el oficio
de la creación el viejo oficio
del callamiento

ante el asombro, amarran la red
andrógina en la urdimbre
de un solo cuerpo
arbóreo y animal resurrecto
con los diez mil sentidos
que perdimos en el parto;

entonces
somos otro sol.


_______________________________-

David Rosenmann - Taub


Abismo


La sombra de la muerte en el umbral se para.
Oh dandún, oh dandún, no le mires la cara.

Cerca, una madrugada te aguardaba con hambre
de tus miembros apenas palpados por el mundo,
y te daba el arrullo dulcísimo del sueño
desde dentro de un sueño borroso, inacabable.

Tienes los ojos fijos, detenidos: 'Qué fijos
tiene dandún los ojos.' Y despiertas, dandún,
¡es cierto!, ¡sí!, ¡despiertas!, y tu vagido adoro.
Tu angustia calmarán los azulados ríos.

La sombra de la muerte desde el umbral avanza.
Oh dandún, oh dandún, tápate con las sabanas.

En las manos el cuesco del burburbur: ventana
de par en par, almendra que crepita, cuncuna,
ladrillos, pasos, ruedas: la silla gujgujguj,
la cucharita, el queque, el bomberún, el tata,

el tata, el tata: 'tú pone leó, o pono
osito', burburbur, el cascabel voltea
su encintada cadena: brusco tin: un hoyuelo
con jarabe: dandún con mameluco y gozo.

La sombra de la muerte está junto a tu cama.
Sé bueno, mi dandún, mira mejor el alba.

Un corto pasadizo atraviesan tus días:
no hay hoscos centinelas para ti descubriendo
los rincones de magia, los muebles, la escalera:
en la baldosa bailan tus soldados en fila.

Se esconde en cada negro dominó con que juegas
un vaho amoratado, un tajo, una premura,
y tú juegas debajo de la mesa a ser gato.
Cerca, una madrugada lenta juega a ser piedra.

La sombra de la muerte hacia ti se ha inclinado
(se ha puesto azul la almohada):... semejan dos hermanos.

Has mirado a la muerte y ahora cierras los ojos,
mas detrás de tus párpados aun la sigues mirando,
y tus ojos cerrados, terriblemente abiertos,
miran, miran sin fin, clavados en lo ignoto

de esa cara sin cara que se ríe sin risa,
de esa cara, dandún, que se parece a ti,
que es como algo gemelo que de pronto posees:
dime, dandún, ¿la muerte acaso es hija mía?

Se ha acostado en tu cama la sombra de la muerte.
Hijo mío, dandún, ya no me perteneces.

No, no, eso si que no, dandún, lo enorme no,
lo enorme se te pega en los labios,
vas a entregar tus ojos a una niebla espantosa,
ya te envuelve, dandún, recházala, eso no,
quiéreme algo, dandún, para ser mío,
quiéreme algo, dandún,
todavía un ratito, no te vayas, dandún;
ay Dios, y quién diría que en tu cuerpo pequeño
albergas una noche inmensa, tenebrosa,
sin estrellas, vacía, completa de infinito;
quién diría que con tus dulces ojos de color extraviado
abarcas un umbroso bosque voraz, dandún;

alma mía, hijo mío, dandún, oh vida, vive,
vibra, vibra, voltea, vive, vive, ¡desata!,
¡desátate!, ¡desátame!,
que la luna otra vez brille allá en tus pupilas,
que las guindas del sol te hagan reír,
que los pájaros crucen por tus ojos radiantes,
que la ola se agite otra vez en tus ojos,
que el día se abra en ti como suave capullo,
que contemples mi amor como el viento a la duna.

Hijo mio, mi sangre empozada en tus venas
grita por recorrerte, por sentirte gozoso
de lucha, de vertiente, de verdor, de sabor;
hijo mío, mi sangre encharcada en tus venas
me recorre las fibras del amor de tu carne:
sangre mía, revuélcate, rebélate, recórrelo
otra vez, otra vez;
no descanses, dandún, abandona ese sueño,
ven a mis brazos, hijo, lleno de luz, de vida,
con la plena fragancia del racimo maduro;
sangre mía, caliéntalo, dale otra vez calor,
dale otra vez vocales tímidas a su boca.

No me dejes, dandún,
dile a tu sangre que fluya, que fluya, que fluya,
dile a tus ojos que se abran, hijo,
¡hijo!,
dile a tus dedos que me cojan.

Oh dandún, ¡si eres mío!, conmigo siempre,
abrázame;
¿qué va a ser de tus juegos y de mi sangre, hijo?
Abre los ojos, dandún, por Dios, dandún, abre los ojos.
Ah maldita sombra, Dios maldito, maldito,
dile a dandún que abra los ojos:
¡para qué va a dormir tanto tiempo!

Sí, dandún, eres mío, sólo mío,
no te vayas, hijo, dime que todo esto es un
juego de la noche,
que vas a abrir los ojos.
Madrugada, dame la muerte.

Hijo mío de sombra, largamente reposa.
La soledad te cubre con sus velados tules.
El cielo se ha poblado de amoratadas nubes.
Tropieza la mañana con la noche en la alcoba.

La turbia madrugada te ha aguardado con hambre
de tus miembros apenas palpados por el mundo,
y te ha dado el arrullo dulcísimo del sueño
desde dentro de un sueño borroso, inacabable.

Desde el umbral el sol, tendido como un perro,
mira la quieta colcha, desciende hasta tu pecho
quieto, avanza a tu rostro pálidamente quieto
y en tus ojos cerrados pone un ciego reflejo,
en tus ojos cerrados, terriblemente abiertos.


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Réquiem



Dandún, óyeme, dandún,
no hay quién te saque, dandún:
ni allá con la banderilla,
ni aquí con demente luz.

Trataro, mira, trataro,
creo que te perderás:
allá con la banderilla,
aquí con serenidad.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Cascarón, ay badulaque,
dandún, tímido rumor:
allá con la banderilla,
aquí con el batallón

de los muertos, oh dandún,
tan cuajarón, tan dulí:
allá desmayas de llanto,
aquí te echas a reír.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Ja ja ja riéte madre,
ja ja ja riéte muerte,
retuércete banderilla,
trataro, livor, retuércete.

De risa dóblate, quita,
arreméteme, abedul:
allá en tu sombra ja ja,
aquí nos falta la luz.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Felpa de sueño, desvelo,
blanco en blanco, monte blanco,
mucho cardo retorcido,
mucha brisa, poco alado,

nieve poquita, candela,
sin semblante con semblante,
sin voz con voz, oh trataro,
laúd, dandún, soplo, nadie.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Arriba, tú, despacito,
sh, callandito, dandún,
menos que plúmula, rurru,
no te arranques de la luz.

No enterrado, no enterrado,
no me dejes de existir,
tibia hojarasca, no hielo,
tan cuajarón, tan dulí.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Tú bajabas, tú ascendías,
cordón, gaviota, ¿hacia dónde?,
saco, carroza, ¿hacia dónde?,
terror, descanso, ¿hacia dónde?

¿Hacia dónde, llamarada?,
¿qué ribera alcanzarías?,
¿y dejabas qué frontera?,
¿pero de dónde partías?

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Dandún, óyeme, dandún,
en lo hondo del ciprés,
si no se pudre el olvido
nonunca te olvidaré.

Dandún, óyeme, ceniza,
si es que puedes sollozar,
sollózame más sollózame
aquí con serenidad.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Entrame, abrojo: mecerte,
quiero mecerte, mecerte,
naufragio niño, riciales
destellos, aguzanieves.

Rurrupata, rurrupata,
rodomiel, pupa, runrún:
allá en tu sombra llorando,
aquí nos falta la luz.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Upa, triguito, ravé,
ota naanca, dulzura,
teno fío, teno fío,
teno fío, el cuco, upa.

No es el cuco, sangre mía,
el cuco, el cuco, los dos
solitos, upa, ravé,
garra, desesperación.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

¿Hacia dónde, llamarada,
te quedabas y te ibas?:
allá te quedas y aúllo,
aquí te vas, agonía.

No puede ser, vuelve, vuelve,
dandún, Dios mío, dandún,
no puede ser, esta orilla
es un lamento de luz.

Ya se cerró tris pulsera,
no... se cerró... no... collar,
no, no...siempre... no... miremos
no te veremos jamás.

En las sienes, tú, dandún,
tan antiguo tu reír,
trataro, la banderilla,
tan cuajarón, tan dulí.

Ya se cerró, se cerró,
no es el cuco, sangre mía,
ya se cerró, se cerró,
no es la muerte, sangre mía,
ya se cerró, se cerró,
garra, desesperación,
si no se pudre el olvido
nonunca te olvidaré,
el cuco, el cuco, los dos
solitos, upa, ravé,
ya se cerró, se cerró,
garra, desesperación.



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José Martí


Dentro de mí...

Dentro de mí hay un león enfrenado:
De mi corazón he labrado sus riendas:
Tú me lo rompiste: cuando lo vi roto
Me pareció bien enfrenar a la fiera.

Antes, cual la llama que en la estera prende,
Mi cólera ardía, lucía y se apagaba:
Como del león generoso en la selva
La fiebre se enciende; lo ciega y se calma.

Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto
Y al juicio he subido en el león a caballo:
La furia del juicio es tenaz: ya no puedes.
Dentro de mí hay un león enfrenado.



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Rubén Darío


De otoño



Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Ésos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.

Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!

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Federico García Lorca


De otro modo


La hoguera pone al campo de la tarde,
unas astas de ciervo enfurecido.
Todo el valle se tiende. Por sus lomos,
caracolea el vientecillo.

El aire cristaliza bajo el humo.
?Ojo de gato triste y amarillo?.
Yo en mis ojos, paseo por las ramas.
Las ramas se pasean por el río.

Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos.
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico


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Tilo Wenner


Vientos propicios


La experiencia presenta su lado de aventura.
Lanzarse en las entrañas de la vida.
Gozar de todas las primicias.
Tocar, acariciar las partes dulces de las cosas,
perderse en las avenidas entre las multitudes.
Llenar el tiempo en conversaciones con desconocidos.
Hacer juramentos incumplibles.
¡Oh el pañuelo blanco en alto!
Ella, la de rostro fugitivo, se calza las sandalias.
Las flores de agua cantan entre las barcazas.
Latitudes y paralelos áureos.
Mitomanías erráticas.
Vorágine de pasiones presentidas.
A veces la vida es una erupción mágica, cuando todo confluye en un latido
del corazón.
Llenarse los pulmones del aire enrarecido en las alturas, con oxígeno de las
playas.
Días y noches de todos los países.
Auroras inéditas.
Árboles, frutos nuevos.
Abrazos y besos repetidos.
Encontrarse con el amigo de la infancia en una ciudad de nombre difícil.
Atravesar el vidrio y perderse con la recién conocida en un laberinto
amoroso.
El viaje siempre tiene un lado indescriptible.
La ausencia es irresistible.
Pájaro en un cielo de paisajes cambiables.


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Maldición del molusco



Los muertos no dicen esta boca es mía
Sus dulces consecuencias no laten entre los pastos
No respiran
¡Reino incorregible!

Consume la vida no dice adiós
Todo resta entre nosotros
La gran voz de trueno cae con sus claves
¡Imposible cultivo del engaño!
Un avance sin ser.

La constancia consume su instancia
Tormento en la puerta atornillada
Sin brillo
Plata de pasar las manos
Cada noche la alegría suspira
Antes dormir a la caricia del sueño
Delicioso expirar del revólver
¿Quién llama a la llama?

El caracol: siempre el mismo atesorador
Del silencio.

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Claudia Lars


Casa sobre tu pecho

I
A medio otoño, casi del olvido
volviendo con la rosa del verano;
el mar del corazón bajo tu mano
y el camino de ayer para el oído.

No es golondrina, no, la que ha venido
al cielo de este cielo cotidiano;
porque llega del frío más lejano
sabe escoger la tarde de su nido.

Así, con simples nombres de acomodo,
voluntaria de ser, en nuevo modo,
tu sabor y tu clara compañía.

Si recojo praderas en tu casa,
ya presiento la rosa que no pasa
y soy nueva en la rosa todavía.

II

Detrás de las orillas iniciales,
de la agitada soledad de afuera,
un suave octubre, de caricia entera,
y una isla dulce...en olas de rosales.

Pues nunca los amores son iguales,
este arrimo de amor, a tu manera,
de una lejana y muerta primavera
saca el reino del musgo y los panales.

Recuerda...y recordando...en sabio rito
a breve sangre anuda lo infinito,
iluminado y tierno en su desvelo.

Y un poder encendido por tu llama
junta el panal, el musgo y la retama,
para esta casa tuya, entre mi pelo.

III

A ti, todo el poder de mi sentido:
este valle de yerba y de paloma;
mi profunda violeta con su idioma
en los verdes recodos aprendido.

A ti, mi río-fuego, detenido
en un labio sediento, que lo aroma;
mi ágil laurel y el pájaro que asoma
dando el país del aire en su latido.

Toda mi tierra corporal y oscura:
la que acoge, levanta y asegura,
recia en la entraña y en el tacto fina.

No ha de quedar a piel de amor el goce,
porque ya tu mirada reconoce
tierra adentro, la luz de cada espina.

IV

Tu casa tiene un nombre de tristeza:
un leve nombre de ceniza y frío;
toca el fértil azul del nombre mío
y es noche oculta en que tu voz tropieza.

Antes fue claro y vivo, con riqueza
de fácil nardo y de inicial estío;
iba copiando cielos como un río
y en él, para mi amor, tu amor empieza.

Yo recojo ese nombre de la muerte
y lo acerco a los dos, sin que despierte,
mientras un gran silencio nos anuda...

Me brota de las manos nueva tierra,
y el nombre queda en ti, y en ti se encierra
guardando el clima de su patria muda.

V

Aquí a tu lado, en medio de las cosas
y del recuerdo...tuya, conmovida;
por tu claro hospedaje detenida
y también por tus horas dolorosas.

Van a tu amor las arpas de las rosas
y todos los rosales de la vida;
ya no pierdo mi frente, ya encendida
es tu jardín, la tarde en que reposas.

Inmensidad de cielo y tierra envuelve
esta alianza secreta, que resuelve
pasos de ayer en casa tan segura.

De ti saldrán los días venideros,
y en los junios de luz y en los eneros
tendré el hondo crecer de esta dulzura.

VI

Casa de piedra y sueño, que se entrega
en torre de alas y en jardín cerrado;
tamaño de amor insospechado,
reino tardío de una alondra ciega.

A tu fina quietud mi paso llega,
dichoso de llegar, pero cansado;
me corona la luz...tengo un aliado,
y la noche de paz nada me niega.

Este es mi sitio, mi querencia humana,
para empezar de nuevo mi mañana
y borrrar en su amparo la fatiga.

Por eso casa mía, casa cierta,
en mis labios te das, limpia y despierta,
con el ángel de flores que te abriga.

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Cartas escritas cuando crece la noche
(I)




El tiempo regresó -en un instante-
a la casa donde mi juventud
quiso comerse el cielo.

Lo demás bien lo sabes...

Otros llegaron con sus palabras
y sus cuerpos,
buscándome dolorosamente
o dejando la niebla del camino
entre mis pobres manos.

Lo demás es silencio...

Hoy tengo tus poemas en mis lágrimas
y el deseado mensaje -tan tuyo-
entra en mi corazón con mil años de ausencia.

Lo demás es poseer este milagro
y sentirme a orillas del Gran Sueño
como una rosa nueva.

"Dame tu mano al fin, eternamente'
<>


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