Elvio Romero
Fiesta
Y así te pasaríasla vida,tibia carne adorada.Danzando,empapada de lluvias,los cabellos pegados a la piel,joya desengarzada, aroma y rosasobre un campo de hortensias y jazmines.
Cantando,arrebatada, risay ofrenda clara, elástica y hermosa,los labios frescos en la noche, agitandoel ansia de las guitarras, tentadoramúsica montaraz, vivaz y airosa, dulcecodicia de forasteros,blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,llenando el patio abierto de canciones.
Así te pasarías,en el canto y la danzay asombrado a los caminantes,hija del fuego, del aire, de las tardes,visita inesperada, brisa prometedorade ardor y adivinanzas, apartandoy abriendo las cortinas de las ventanas, vientomarcando el calendario del amor en la aurora.
Así te pasarías,tibia carne dorada.
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Elvio Romero
Elvio Romero
Fraternidad del fusil
Con mis dedos lo acaricio, tenaz y fiel compañero.
Su inquebrantable amistadme enseña como un ejemplolo que es lidiar sin flaquezas,sirviendo de parapetocontra las balas que lleganbuscando encontrar los cuerpos.
Con aspereza acariciosu frío metal de acero,oscuro túnel cargadoque en los minutos intensosde la contienda enrojece,se nombra y late en el fuego.
De inquebrantable amistad,lo sé, lo palpo, lo siento:lo comprendo cuando vamoscamino de bosque adentro,y buscando su calor,al caño negro me aferro.
¡Qué erguido cuando entre sombrasavanza mis regimiento!¡Qué firme cuando penetramalezas, firme guerrero!Este fusil es amigoque me acompaña en el hechode sangre que se desatapor una verdad de pueblo.
Y cuando llega la noche-posada en el campamento-después de ver la jornadadel plomo en su caño experto(sin que duerman esos hombrestendidos sobre sus puestos),reposa a mi lado, en frío,tenaz, a medias despiertocomo yo, como los otros,que no olvidamos el ecode los pasos rezagadosdel enemigo siniestro.
Lo acaricio con mis manos;fusil gozoso en el dueloterrible de la contienda;siempre nombrando a un encuentrode balas que al aire silbansin dar al viento sosiego.
Entonces en la batallacuando se nombra a este pueblo,se templa en un rojo vivo,gozoso mira, y soberbioperfila su boca negradestacándose primero.
Lúcido hermano y amigo,sobre mis brazos lo siento.Ayer le dijo a la muerte:-«No vengas, porque te espero;que el pueblo desnudo y pobre disputa, pleno de esfuerzos,con fin de aplastar las ratascobardes, llenas de miedo.
»Lo palpo y lo siento mío,parapeto de mi cuerpo
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Elvio Romero
Elvio Romero
Alegres éramos...
Usted sabe, señor,qué alegría colgaba en la floresta;qué alegría severacomo raigambre sudorosa;cómo el alegre polvo veraniegofulguraba en su lámina esplendente,cómo, ¡qué alegremente andábamos!¡Qué alegremente andábamos!Usted sabe, señor,usted ha visto cómola lluvia torrencial sempiterna caíasobre un textil aroma de bejucos salvajesy cómo iba dejando con sus pétalos húmedossu flora resbalosa,su acuosa florería.
Usted sabe, señor,cómo los sementales retozabanhartos de florecer, jubilosos de hartazgo,con qué poder la noche deponíasu amargura en la altura del rocíotal como deponía la desdichasu arma en las arboledas.Usted sabe qué alegreaflicción de racimos por las ramasen frutal arco iris vespertino;cómo alegres luciérnagas subíana encender las estrellas,a conducir azahares que estallabancomo emoción nupcial o lumbraradas.
Usted sabe, señor,que antes de que aquí se enseñorearala pobreza, frunciendo hasta las hojas,desesperando el aire,bien sabe, bien conoceque cualquier miserable aquí podíafortificar un canto en su garganta,en su pecho opulento.
(¡Cómo podías reír, muchacha mía!Juvenil, ¡cómo izabasuna sonrisa fértil como un grano,cómo te coronaban los jazminesy cómo yo apurabami vaso de fervor! ¡Qué alegres éramos!)Antes, antes de la amargura,antes de que sorbiéramosun caudaloso cáliz de indigencias boreales,antes de que amarraran los perfumes,que en su reverso el sol guardase el hambre,¡qué alegres caminábamos!Antes,antes de que el aura ofendieran,de arrancar la raíz sangrándole los bulbos,antes del mayoral, del tiro, antes del látigo,qué alegría, señor,¡qué alegremente andábamos!
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Elvio Romero
Elvio Romero
Esos días estraños...
Vienes de afuera. Traesvitales adherencias en la mirada clara.Se te ve el regocijo.
El júbilo te invade.
Repites nombres, cosas.
Y al punto te detienesen ese espacio grave de distancia que existeen ese espacio grave de distancia que existeentre el fervor que traes y el silencio que habito...
¿Qué tengo?
¿Qué contornode penumbra me sella y me fatiga?
¿Bajo qué precipicios cierro los ojos tristesy apenas ya converso con brumas imprecisas?
¿Qué sucede que apenas te conozco,que tu mirada clara se me borra en las manosy me enredo en mi noche y mis recuerdos?Pronto ves que no entiendo.
Que no estoy.
Que no escucho.Que irremediablemente me pierdo en esa umbríadonde, ciego y perdido, rompo mis pobres báculosque he bajado a una estancia de fiebres invasorasde donde extraigo, huraño y melancólico,mis diarias cosechas, mis vinos silenciosos.Algo quieres decirme.
Algo quieres contarme.
Pero no estoy. No siento.
Persisto en mi guarida.Me hospedo en esa niebla donde a veces me pierdo,bajo la estera oculta donde me afano y doblo,en la triste carlanca donde enfundo mi sangre,en mi agujero amargo
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