domingo, 1 de mayo de 2011

Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma


En el jardín,



leyendo,



LA sombra de la casa me oscurece las páginas



y el frío repentino de final de agosto



hace que piense en ti.



El jardín y la casa cercana donde pían los pájaros



en las enredaderas,



una tarde de agosto,



cuando va a oscurecer



y se tiene aún el libro en la mano,eran,



me acuerdo, símbolo tuyo de la muerte.



Ojalá en el infiernode tus últimos días



te diera esta visiónun poco de dulzura,



aunque no lo creo.



En paz al fin conmigo,



puedo ya recordarteno en las horas horribles,



sino aquíen el verano del año pasado,



cuando agolpadamente



-tantos meses borradas-



regresan las imágenes felicestraídas



por tu imagen de la muerte.


.

.Agosto en el jardín, a pleno día.



Vasos de vino blancodejados en la hierba,



cerca de la piscina,



calor bajo los árboles.



Y vocesque gritan nombres.



Ángel,Juan, María



Rosa, Marcelino, Joaquina



-Joaquina de pechitos de manzana.



Tú volvías riendo del teléfono



anunciando más gente que venía:



te recuerdo correr,



la apagada explosión de tu cuerpo en el agua.



Y las noches también de libertad completa



en la casa espaciosa,



toda para nosotros



lo mismo que un convento abandonado,




y la nostalgia de puertas secretas,



aquel correr por las habitaciones,



buscar en los armarios



y divertirse en la alternanciade desnudo



y disfraz, dsempolvandobatines,



botas altas y calzones



arbitrarias escenas,



viejos sueños eróticos de nuestra adolescencia,



muchacho solitario.



Te acuerdas de Carmina,



de la gorda Carmina subiendo la



escalera



con el culo en pompay



llevando en la mano un candelabro?



Fue un verano feliz.



...El último veranode nuestra juventud,



dijiste a Juanen Barcelona



al regresar



nostálgicos,y tenías razón.



Luego vino el invierno,



el infierno de meses



y meses de agonía



y la noche final de pastillas



y alcohol y vómito en la alfombra.



Yo me salvé escribiendo



después de la muerte de



Jaime Gil de Biedma.



De los dos, eras tú quien mejor escribía.



Ahora sé hasta qué punto tuyos eranel



deseo de ensueño



y la ironía,



la sordina romántica que late en los



poemasmíos que yo prefiero,



por ejemplo en Pandémica



...A veces me pregunto cómo será sin ti



mi poesía.



Aunque acaso fui yo quien te enseñó.




Quien te enseñó a vengarte



de mis sueños,



por cobardía,



corrompiéndolos.



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