Con once heridas mortales,
hecha pedazos la espada,
el caballero sin alientoy perdida la batalla,
manchado de sangre y polvo,
en noche oscura y nublada,
en Ontígola vencidoy deshecha mi esperanza,
casi en brazos de la muerteel laso potro aguijabasobre
cadáveres yertosy armaduras destrozadas.
Y por una oculta sendaque el Cielo me depara,
entre sustos y congojasllegar logré a Villacañas.
La hermosísima Filena,
de mi desastre apiadada,me ofreció su hogar,
su lechoy consuelo a mis desgracias.
Registróme las heridas,
y con manos delicadasme limpió el polvo
y la sangreque en negro raudal manaban.
Curábame las heridas,
y mayores me las daba;
curábame el cuerpo,
me las causaba en el alma.
Yo,
no pudiendo sufrirel fuego en que me abrazaba,díjele;
"Hermosa Filena,basta de curarme,
basta."Más crueles son tus ojosque las polonesas lanzas:
ellas hirieron mi cuerpoy ellos el alma me abrasan.
"Tuve contra Marte alientoen las sangrientas batallas,
y contra el rapaz
Cupidoel aliento ahora me falta.
"Deja esa cura, Filena;déjala, que más me agrabas;
deja la cura del cuerpo,atiende a curarme el alma
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